Sunday, January 13, 2013
El poder de ser mujer al hacer la voluntad de Dios, Rebeca y Sara en el Antiguo Testamento
Jesucristo el amor inmenso de nuestras vidas hablando con La Samaritana, nosotras queremos ser como aquella mujer que protagonizó el privilegio de poder darle un vaso de agua a Nuestro Señor, y hacer su voluntad.
Iniciamos lo que será una serie de relatos bíblicos de Mujeres en La Sagrada Escritura con Rebeca, la aguadora:
Siempre tomando como ejemplo a María, nuestra Santísima Madre, la Mujer con más dignidad entre todas las mujeres, vamos a realizar varios comentarios sobre el poder que infunde Dios a las mujeres que realizan su voluntad y por ello encarnan un papel trascendente en la Historia.
Empezamos con "Rebeca" la aguadora, de la que se habla en el Libro del Génesis 24, como mensaje de esperanza en la época actual y el papel que tenemos encomendado las mujeres que defendemos a La Iglesia Católica, La Familia, el Matrimonio entre un hombre y una mujer, La Maternidad dependiente siempre de la voluntad de Dios y el Derecho a la Vida de nuestros hijos:
La historia de Rebeca, que por su fe, iniciativa y decisión se unió en matrimonio con Isaac el hijo de Abraham; recuerda la historia de fe de Sara y su matrimonio con Abraham; la madre de Sansón; la madre de Samuel; Santa Isabel casada con Zacarias y madre de San Juan el Bautista; y Santa Ana casada con San Joaquín, la madre de La Virgen María.
En todas ellas, fuertes y valerosas mujeres, con el gran poder de la fe y de la oración; El Señor nos demuestra y deja escrito como ejemplo para todos los siglos venideros, como cambia la vida de quienes creen en Él y se fían de su palabra, demostrándonos como su acción Divina hace posible lo que para el pobre conocimiento humano parece imposible.
La descendencia de Abraham no era un tema de elección personal, sino una prueba de un amor y una bendición para el que sería el pueblo donde iba a nacer el Hijo de Dios Jesucristo.
Significa afianzar los vínculos de sangre, perpetuar la memoria familiar, mantener las tradiciones y la fidelidad a Dios que en todo momento elige su descendencia, posteriormente a través del Rey David. Y que llega de un lado hasta San José padre adoptivo de Jesús, y de otro lado hasta San Joaquín casado con Santa Isabel padres de La Virgen María Madre de nuestro Señor Jesús, cumpliéndose en doble vínculo lo anunciado sobre la estirpe de Jesús en Las Sagradas Escrituras.
María siempre Virgen manifestó su "Fiat" y desde su Inmaculada Concepción diciendo "Hágase en mi según Tu Palabra" con total libertad después de ser preguntada por el Ángel entró de lleno asumiendo el plan de Dios que se había escrito para ella desde el inicio de los tiempos en el Apocalipsis.
Volviendo a la narración de la historia de la bella Rebeca, que siendo estéril imaginamos por su edad, recibió la fortaleza de Dios para concebir. Fueron los deseos de Abraham, ya anciano, los que enviaron a su siervo fiel y leal para buscar esposa a su hijo Isaac (Génesis 24, 1-9), una mujer de su pueblo, una aramea de su tribu, de acuerdo con la tradición.
El frescor y descanso encontrado, salvando las diferencias, sería como el de ésta arboleda.
El siervo llega con sus diez camellos a la tierra aramea de Najor, y en las afueras de la ciudad se detiene para que sus animales descansen del largo viaje precisamente y providencialmente al lado de un pozo, en el momento en que las mujeres aguadoras salen a realizar su trabajo.
La escena debió de ser muy bella, se puede imaginar la paz de aquel Oasis situado en las afueras de la ciudad, que ofrecía sombra y un necesario lugar de descanso a la comitiva enviada por Abraham: El siervo fiel oró compartiendo la fe de su Señor; Abraham junto con Sara se encontraban también orando para que se cumpliera la finalidad del viaje y el cumplimiento de de La Alianza establecida por su fidelidad con Dios, la contiunación de su descendencia bendecida hasta la llegada del Salvador, Él Señor se haría cargo de hacer llegar una esposa elegida para su hijo amado Isaac.
El siervo orando observa como es la aguadora la que se acerca a ofrecerle agua, circunstancia inusual en aquella época donde las mujeres no hablaban con hombres desconocidos, y descubre que ella Rebeca es la elegida porque aparece como respuesta a una oración (Yavhé "no ha retirado su favor y su lealtad para con mi Señor", 24,27).
Rebeca es doncella y hermosa, además de una joven decidida, camina y se acerca sola (como si escuchara una voz interior); y no duda en aceptar y fiarse de la conversación de un varón desconocido que le podía haber costado la muerte, tampoco duda en dar de beber a los diez camellos. Además, despues de aceptar los regalos, le ofrece hospitalidad en su casa, y su familia acepta al siervo de Abraham, que seria conocido por todos en las ciudades por sus acciones y santidad, como huesped sin reparo alguno; y aceptan también la voluntad de Rebeca como si lo estuvieran esperando.
Rebeca llena de dignidad y valor, decide, se acerca, mira de frente al siervo, habla, y opina; todo es inusual para una mujer de la época donde se les negaba la capacidad para tomar la palabra y decidir, lo que estaba reservado únicamente al varón.
Se alza con la fuerza y el poder de una mujer dispuesta a través de la fe a vivir su propia historia y su misión y papel reservado por Dios.
Rebeca no tiene miedo, se encamina hacia una tierra extraña, al encuentro de un esposo desconocido que sabe únicamente es el hijo de Abraham lo que le da plena confianza porque por entrar en la genealogía de Abraham, se convertiria en una mujer bendecida para transmitir La Alianza como madre de la Tribu de Israel; y se dirige sin dudar hacia el futuro al que Dios le ha abierto paso, y que ella ha elegido y asumido, diciendo sencillamente "Me voy" (24,58).
Isaac la recibe y acepta con la misma decisión. El anhelado matrimonio tiene lugar con una bella narración bíblica, cuando "Isaac introdujo a Rebeca en la tienda, tomó a Rebeca que pasó a ser su mujer, y él la amó" (24,67), los dos al encontrarse se enamoraron y aceptaron el designio divino sobre su matrimonio y descendencia. Demostrándose de nuevo la fe en El Señor, porque le esterilidad de Rebeca (se imagina por la edad, sería más mayor que Isaac a quien siempre se le representa como un hombre muy joven), fue motivo de más fe en Dios, y de que ambos esposos confiados en su voluntad se unieran en una oración de fe y esperanza para su descendencia por quienes le invocaron con el corazón, y Dios los bendijo con la maternidad (25,20-21). Parecia estéril pero su concepción es la respuesta del Dios fiel (Gen, 25,1), no solo concibe sino que lleva en su vientre a dos hijos "Dos pueblos llevas en tu seno (Gen, 25,1)", doble bendición, que además introduce otra vez como con Sara la fraternidad y la lucha, porque fueron dos sus hijos Esaú y Jacob y se cambiaría la primogenitura.
Ambos esposos conocian el milagro protagonizado por Abraham y Sara; y Rebeca cuyo nombre y alude a su belleza y hermosura cautivadora; lo indica cuales eran sus virtudes y cualidades como mujer, representa lo más importante en una mujer de la época, que son las mismas virtudes de Sara.
Y de nuevo Rebeca vuelve a sorprender, toma protagonismo inusual y engaña a su marido ciego Isaac, para que sea Jacob (suplantando a su hermano Esaú), su hijo predilecto, quien reciba sin ser el primogénito y antes de morir, la bendición de su padre de La Alianza del pueblo de Dios(Gen 27, 8-10). Rebeca pasa a la acción, conociendo las virtudes y defectos de sus dos hijos, de forma sagaz y hábil, está en juego la descendencia, y se las ingenia, ella no duda es un asunto Divino (Gen, 25-28).
Esaú, valoró más un plato de lentejas que su primogenitura (Gen 25, 29-34), y se convirtió en motivo de amargura para sus padres al contraer matrimonio con dos mujeres hititas (Gen 26-35), con estos antecedentes evidentemente lo que hizo Rebeca fue volver a luchar para hacer la voluntad de Dios, y escoger al más digno de sus hijos. Además cuando Isaac descubre el engaño, ratifica con sus palabras la decisión de su querida esposa, que le ayudó, y la exclusión de Esaú "vivirás de tu espada y servirás a tu hermano, más cuando te revuelvas romperás su yugo sobre tu cuello" (Gen 27, 39-40).
Sara y Rebeca fueron las madres de Israel, toman protagonismo propio en la historia de Israel, no son simples antepasadas nominadas por la sangre, porque lo son por sus virtudes y por su fe.
Dios obra por criterios radicálmente distintos a los nuestros, elegiendo siempre desde lo más humilde y pequeño, en quienes hace resplandecer su obra de salvación, actuando de modo inesperado y eligiendo a quien tiene en sus designios divinos; por ello debemos dejar forjar nuestro corazón y decisiones por la voluntad de Dios.
La historia de Sara la mujer de Abraham, anciana y sin hijos, es un anticipo de la historia de otras mujeres como la madre de Sansón, la madre de Samuel, como Santa Isabel la madre de San Juan el Bautista, y como Santa Ana la madre de La Virgen María; es un mensaje de Dios de como nace la vida, y puede cambiar la propia vida de los que creen en Él, concibiendo a hijos para los cuales El Señor tiene encomendada una misión especial:
"El Ángel del Señor se apareció a la mujer (Sara) y le dijo: "Eres estéril y no has engendrado. Pero concebirás y darás a luz un hijo" (Jue, 13,3).
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