Es indudable que la situación de la mujer ha mejorado mucho en las últimas décadas, tanto en los países del primer mundo como en el del llamado mundo en vías de desarrollo. Sin embargo, es inmenso el camino que aún falta por recorrer hasta llegar a la plena igualdad social de los sexos. Es incomprensible e inadmisible, pero real, que haya países donde el hecho de nacer niña sea criterio determinante para ser eliminada y matada. Sin llegar a estos extremos, las mujeres, en general, y las mismas niñas sufren violencias físicas, sexuales y sociales de enormes proporciones.
Nadie que tenga un mínimo de humanidad puede quedarse indiferente ante estas situaciones. Esta indiferencia es todavía menos admisible en quienes –como cristianos y católicos– sabemos que Dios ha creado a los hombres y a las mujeres “a su imagen y semejanza”, que Jesucristo ha muerto igualmente por los hombres y por las mujeres y que el bautismo nos convierte a unos y otras en hijos de Dios. Sin olvidar que para nosotros el amor al prójimo es nuestra seña de identidad.
Eso explica que existan múltiples iniciativas personales y asociadas que, desde hace mucho tiempo, están intentando dar un vuelco a esta situación y lograr que la dignidad y derechos de las mujeres sean plenamente reconocidos. Una de estas organizaciones es la ONG Manos Unidas, asociación de la Iglesia católica que está trabajando con muchísimo ahínco y eficacia a favor de la mujer, sobre todo en el tercer mundo, y que este año ha elegido como lema de su campaña “No hay justicia sin igualdad”.



Por este motivo, va a dedicar los próximos meses a dar a conocer las circunstancias a las que se enfrentan millones de mujeres y niñas en el mundo y denunciar –en palabras de su presidenta – “el círculo infernal en que se encuentran esas mujeres”, incapaces por sí solas de salir de las estructuras injustas, en las que “se aúnan tradición, cultura y falta de acción de gobiernos e instituciones, y que someten a las mujeres y a las niñas a privaciones de todo tipo”.
Pero no sólo van a dedicarse a denunciar las situaciones de injusticia, que muchas veces son tan terribles que claman al cielo. Van a hablar de soluciones y esperanza y “de esa fe ciega” que tiene Manos Unidas en que “el cambio que buscamos va poco a poco produciéndose”, según su presidenta. Entre otras cosas, presentarán proyectos que son soluciones de vida para quienes personalmente quieran beneficiarse de ellos. Pero lo son también para sus familias y comunidades. Porque, como todos sabemos, lo que recibe la mujer se reparte e incluso se multiplica en el seno de su familia.



En España estamos pasando un momento de grave crisis económica, con muchos millones de parados y con un horizonte harto difícil. En esta situación, corremos un doble riesgo. Por una parte, olvidar que lo que nosotros estamos padeciendo ahora es algo que vienen soportando muchos países desde hace siglos. Y, sobre todo, que los efectos nos impidan ver las causas que los han producido; causas que son la vulneración de los derechos humanos, la injusta distribución de la riqueza, el egoísmo y el afán de riqueza al margen de los principios morales y, en general, la falta de valores. Todo ello ha hecho que, en lugar de situar a la persona humana en el centro de todo, se ha puesto en su lugar la economía, el lucro, el progreso tecnológico, el poder mediático y político, etc.
Hoy, día en que Manos Unidas realizará su Campaña en todas las misas, todos nosotros estamos invitados a sentirnos solidarios con quienes están más necesitados que nosotros y comprometernos a luchar para recuperar los grandes valores de la persona y de la sociedad.